El pequeño mundo posiblemente se alegra de ser observado por el visor de un visionario, por el pintor Miquel Segura. Estoy seguro que está fascinado por aparecer, debido a que siempre es el fragmento invisible, la minucia de la nada.
Es que este universo paralelo con Miquel Segura deja de ser metafísica residual, abandona el tapete del escollo desechable para presentarse al baile de la plasticidad; aparece y se corona a sí mismo aleteando porque existe delicadamente, existe en toda la realidad. Está envuelto en miles de texturas que el artista localiza y recrea con la magia de lo casual.
Miquel Segura lo descubre y lo renueva en un tapiz cubriéndolo o revelándolo. Busca hasta el último pedacito para darle el olor de vida, y lo hace sólo hurgando en su luz y en su sombra, en negros y en blancos. Para ello, el pintor, crea un hilo de vida, vida que localiza al llegar a la sensación original; y si finalmente se convence de que existe, revive. Y le levanta un altar, un altar que nos descubre cómo se manipula la insignificancia perfecta.
Miquel Segura, sencillamente, gestiona y remueve el otro paraíso, un paraíso que está encantado de figurar.
Sé que no me equivoco porque todo está construido de minucias, de pellizcos imperceptibles. Y son pocos los artistas que lo colocan en el mapa y en la maquinaria de un pincel.
Anthel Blau
Escritor